Playas

Hablar de Tenerife sin mencionar sus playas sería imposible, porque son parte de la esencia de la isla. Lo bonito es que no hay una sola “cara de playa”, sino una variedad increíble que va cambiando según el punto de la isla en el que estés. En el sur, por ejemplo, encontrarás arenales amplios y dorados como los de Las Américas, Los Cristianos o El Médano, donde siempre hay ambiente, chiringuitos, deportes acuáticos y sol casi asegurado todo el año. Son perfectos si buscas comodidad y mucha vida alrededor. En cambio, el norte guarda un carácter más salvaje, con playas de arena negra volcánica como Benijo o Bollullo, donde las olas rompen con fuerza y el paisaje es pura postal. Aquí el plan es más de desconexión y naturaleza, rodeado de acantilados y vegetación. Eso sí, suelen ser menos turísticas y con más oleaje, así que también tienen ese punto de aventura. Pero Tenerife va mucho más allá de sus playas clásicas. La isla está llena de calas escondidas a las que se llega por senderos, perfectas para los que buscan tranquilidad; piscinas naturales creadas por la lava que permiten bañarse en aguas cristalinas de forma segura; y charcos que los locales disfrutan como auténticos tesoros escondidos frente al Atlántico. Lugares como las piscinas de Garachico, los charcos de La Laja o Bajamar, muestran esa otra cara del mar en Canarias: más íntima, más auténtica. Lo bueno es que en Tenerife siempre hay un rincón para cada plan: desde pasar el día en un beach club elegante junto al mar hasta llevarte un bocadillo y descubrir una cala perdida. Y lo mejor de todo, el clima de la isla permite disfrutar de todo esto prácticamente en cualquier época del año. En resumen, las playas de Tenerife no son solo sitios para tomar el sol: son paisajes y experiencias que combinan arena, roca volcánica y mar en todas sus formas. Cada visita es una excusa perfecta para volver y seguir descubriendo nuevos rincones junto al océano.