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Titolo 4
Bola Canaria




Cuando descubro la Bola Canaria me doy cuenta de que no es solo lanzar bolas: es cultura, historia y convivencia en cada partida. Jugarlo significa entrar en contacto con algo muy canario: las reglas tradicionales (cada jugador lanza sus bolas para acercarse al boliche, gana quien más tenga cerca tras terminar las rondas), la superficie de tierra/jable, el sonido de las bolas cayendo, el ambiente de amigos y público alrededor y esas conversaciones que siempre aparecen.
Es un deporte que no exige equipo caro: unas bolas, un boliche, un espacio adecuado (normalmente canchas municipales), y muchas ganas. Por eso hay clubes de Bola Canaria por casi toda la isla, y eventos como campeonatos insulares, regionales, así como los Juegos Cabildo de Tenerife que incluyen esta modalidad.
Uno de los elementos que más me gusta de la Bola Canaria es que no discrimina edad: veo gente mayor entrenada con juventud, niños que aprenden, y para quien nunca lo ha jugado, hay clubes que prestan material, enseñan y lo hacen cercano. Eso tiene mucho valor: no hay que ser deportista de élite ni tener equipamiento especial para participar, y aún así cada cancha tiene su carácter (varía el terreno, el clima, la inclinación, la sombra, etc.).
Si tengo que decir cuándo engancha de verdad: cuando entras en una cancha un día de torneo, con público, alguna bebida, algo de sombra, risas, disputas amistosas y momentos de tensión cuando la bola está cerca del boliche — eso te hace apreciar que es más que tiro de bola: es identidad.



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