Playa de Benijo

La Playa de Benijo es, sin duda, una de las joyas más salvajes y emblemáticas de Tenerife. Situada en el extremo norte de la isla, dentro del Parque Rural de Anaga, este rincón combina la fuerza del océano Atlántico con la belleza abrupta del paisaje volcánico. Llegar hasta aquí ya es una experiencia: la carretera serpentea entre montañas cubiertas de laurisilva, ofreciendo vistas espectaculares del valle y del mar antes de descender hasta el pequeño caserío de Benijo.

La playa se abre como un anfiteatro natural de arena negra y fina, flanqueada por los majestuosos roques de Benijo y La Rapadura, que emergen del agua como guardianes eternos del litoral. El sonido del mar es constante y poderoso, recordando que esta costa no es para bañistas distraídos. Las corrientes pueden ser fuertes, y por eso es más un lugar para contemplar, caminar descalzo por la arena húmeda y sentir la energía del Atlántico que para pasar un día típico de playa.

Sin embargo, ese carácter salvaje es precisamente lo que la hace única. Aquí no hay hamacas ni chiringuitos; solo naturaleza en su estado más puro. Cuando baja la marea, se forman pequeños charcos naturales donde el agua se calienta al sol, perfectos para refrescarse con seguridad. Los fotógrafos y amantes de la tranquilidad encuentran en Benijo su paraíso particular, especialmente al atardecer.

El momento mágico llega cuando el sol se oculta tras los roques: la arena se vuelve dorada, las olas brillan con reflejos de cobre y el cielo se llena de tonos violeta y rosados. Es uno de los atardeceres más famosos de Tenerife, y no es raro ver a locales y visitantes sentados en la arena en silencio, simplemente observando el espectáculo.

Cerca de la playa hay algunos restaurantes familiares que sirven pescado fresco, papas arrugadas y mojo canario, donde se puede disfrutar de una comida sencilla pero auténtica mientras se escucha el mar. Todo en Benijo transmite autenticidad y conexión con la tierra: un recordatorio de que la belleza de Tenerife no está solo en sus zonas turísticas, sino también en estos rincones que conservan el alma de la isla.