Sendero de la Rambla de Castro,

La Rambla de Castro es de esos senderos que te sorprenden: paisajes salvajes junto al Atlántico, palmerales tropicales y un montón de legado canario. Con apenas 4,3 km lineales y dificultad baja, es ideal para familias, gente que camina sin prisa y quien quiera disfrutar sin esfuerzo.

La ruta se suele empezar en el Mirador El Burgado (o en San Pedro) y presenta pocos desniveles — aunque algún tramo empedrado bajando al barranco se siente en las piernas. Durante el recorrido pasas por la playa de Los Roques, erosionados por el mar, luego atraviesas zonas con plantaciones de plátanos, tabaibas y dragos, todo dentro del Paisaje Protegido de la Rambla de Castro, que tiene unas 45 hectáreas de flora endémica y aves como la pardela cenicienta o el lagarto tizón.

Luego te topas con la Casona de Castro, una casona señorial del siglo XVI, seguida del Fortín de San Fernando, una fortaleza costera del XVIII construida para defenderse de los ataques piratas. Más adelante aparecen las ruinas del elevador de aguas de La Gordejuela, con su estructura industrial del 1903 y donde se instaló la primera máquina de vapor en Tenerife para regar plataneras. Es de las ruinas más fotogénicas que verás.

Puedes optar por bajar a la playa de La Fajana, un rincón tranquilo donde en épocas lluviosas una cascada desemboca en el mar, formando un entorno casi mágico. La ruta termina en el Mirador de San Pedro, con vistas panorámicas de la costa, ideal para terminarla con una foto o buscar transporte de vuelta (hay guaguas como líneas 330, 363 o 546).

Lleva calzado cómodo (hay tramos pedregosos y escaleras), agua y algo de snack. Usa protección solar y gorra: la parte final no tiene sombra. Está prohibido salirse del sendero, respetar la flora, no dejar basura y evitar acercarse a los acantilados. Aunque es accesible, tiene pendientes suaves; está cerrado para movilidad reducida.