Caserio de Icor
Arico
El Caserío de Icor es una joya de la arquitectura rural canaria ubicada sobre un lomo, a unos 330 m de altitud, en el municipio de Arico. Declarado Conjunto Histórico y Bien de Interés Cultural en 2005, este pequeño núcleo combina simplicidad y armonía, formado por viviendas de mampostería con tejados a dos aguas, patios centrales y dispuestas estratégicamente para resguardarse del viento y aprovechar el sol matinal.
Su origen remonta al siglo XVI, cuando familias agrupadas —presumiblemente descendientes de pobladores guanches que vivían en cuevas cercanas— empezaron a construir en piedra local, como tosca blanca o chasnera, rodeados de campos de trigo, viñas y huertas de frutales. Algunas casas de dos plantas incluyen la típica «tronja» o granero, con acceso exterior mediante escalera de toba y balconada rústica: un elemento emblemático del caserío, visible y evocador.
A lo largo del siglo XVIII, Icor contaba con unas seis casas y unos 20 habitantes; en el siglo XIX creció hasta 11 edificios y 36 residentes, y a finales del siglo XX alcanzó picos de población más altos antes de experimentar despoblación rural, un fenómeno lamentable que ha dejado muchas viviendas abandonadas y demandando restauración.
El valor etnográfico de Icor también reside en sus espacios comunitarios: el poyete junto a la puerta de una vivienda, utilizado para charlas vecinales; las atarjeas que aún se adivinan en el entorno; y la iglesia o ermita que presidía la vida religiosa. Hay incluso una cueva guanche ubicada bajo el granero, testigo silencioso de los primeros pobladores.
Hoy, recorrer Icor es adentrarse en un lugar detenido en el tiempo: la luz sobre la piedra, el silencio interrumpido solo por los pájaros y el paisaje árido y fértil a la vez hacen de este caserío un refugio para quienes buscan lo auténtico. A pesar de la belleza visible, sus vecinos claman por atención institucional que permita conservar este patrimonio vivo y precario al mismo tiempo.
